¿Por qué ocurre esto?
Aquí van 3 razones por las que puede ocurrir:
1. El objetivo no está bien definido, es decir, está planteado a nivel muy general. Por ejemplo, quiero ir al gimnasio para ponerme en forma. Vamos a reflexionar sobre esta meta tan general. ¿Qué es para ti ponerte en forma?, ¿Quieres ganar masa muscular, alcanzar un determinado peso, realizar una serie de ejercicios en concreto? ¿Cuáles son las fortalezas y las limitaciones con las que cuento? El no tener una meta especifica a la que llegar hará que nos desmotivemos al no ver los resultados.
2. El objetivo no es medible: está muy relacionado con el punto 1. Es necesario que la meta sea cuantificable. Es decir, concretar a que peso quiero llegar, que porcentaje de masa muscular quiero conseguir o que ejercicios quiero llegar a hacer. Una pregunta que nos puede ayudar a cuantificar el objetivo puede ser: ¿Cómo sabremos que ya estamos en forma y por lo tanto ya hemos conseguido el objetivo?
3. El objetivo no es realista. Si llevamos mucho tiempo sin hacer deporte o si hemos estado lesionados, cuando empezamos de nuevo a entrenar debemos tener en cuenta que los cambios se irán produciendo muy poco a poco. Puede ocurrir que por la energía e ilusión de empezar o volver a entrenar hagan que durante las primeras semanas se note mejorías desde el principio, pero es muy probable que a medida que el pasa el tiempo notaremos estas mejorías poco a poco. El hecho de ponernos un objetivo muy ambicioso cuando estamos ilusionados con entrenar podría generarnos frustración al no conseguirlo tan rápidamente como esperamos.
Teniendo en cuenta lo aprendido, ¿Qué podemos hacer para alcanzar nuestros objetivos?
1. Conocernos: tener claras nuestras fortalezas, nuestros puntos a mejorar y los obstáculos que nos vamos a encontrar. Así nos será mas fácil seguir cuando aparezcan las dificultades.
2. Aceptar que vamos a tener etapas de inestabilidad. No siempre vamos a tener la misma energía ni disposición para entrenar por muchos motivos: hemos estado enfermos, no dormimos bien, tenemos mucho estrés en el trabajo, hace calor o frio... Lo importante es seguir enfocados en nuestro objetivo, aunque nuestro rendimiento sea algo inferior. También puede resultarnos muy útil para estos días tener preparados una serie de ejercicios básicos o mas cortos que los de nuestro entrenamiento habitual para llevarlos a cabo si no hay motivación por entrenar. Y también puede ayudarnos no dialogar con nuestra mente cuando trata de convencernos de que es mejor en ese momento hacer otras cosas que ir a entrenar.
3. Trabajar la tolerancia a la frustración. Tener claro que los resultados van a llegar a medio o largo plazo por lo tanto no veremos mejorías inmediatas. De ahí la importancia de que los hayamos definido muy bien para saber que vamos por un buen camino.
4. Evitar las comparaciones: cada persona es distinta y lleva su propio ritmo. Cuando nos comparamos con los demás, comparamos nuestras luces y sombras solo con las luces de los demás, sin tener en cuenta las sombras de la otra persona.
5. Divide y vencerás: es mejor dividir el objetivo en pequeños objetivos. De tal forma que veamos pequeños logros y nos ayuden a seguir motivados con nuestra meta.