Seleccionaron al azar un grupo de estudiantes a lo que les realizaron una serie de test de inteligencia. Después dividieron a los alumnos en dos grupos independientemente de los resultados de los test, de forma que no había una diferencia significativa entre ambos grupos en cuanto a inteligencia. A los profesores se les dijo que el primer grupo habían obtenido unos resultados normales en el test mientras que los del segundo grupo habían conseguido resultados por encima de la media y por lo tanto se esperaba de ellos un gran progreso en este curso. Al finalizar el curso se volvió a aplicar los mismos test al grupo de estudiantes y los resultados fueron que los alumnos del segundo grupo habían mejorado sus puntuaciones mucho mas que los del primer grupo, logrando así un rendimiento escolar superior.
La única diferencia entre los dos grupos fue las expectativas que los profesores se habían creado respecto a cada uno de los alumnos.
Estas expectativas se convierten de manera inconsciente en comportamientos concretos, por ejemplo, los profesores daban más ánimos, sonreían más, enseñaban más materia a los alumnos que creían más dotados, facilitando su aprendizaje.
Por lo tanto, el efecto Pigmalón es un fenómeno que se utiliza para referirse a la gran influencia que ejerce la creencia de una persona en el rendimiento de otra.
Este experimento nos da que pensar…
¿Cuántas veces habremos influido en las creencias de los demás?
¿Cuántas veces hemos pensado que un deportista nuestro no tiene las condiciones necesarias para realizar una determinada acción o no tiene el nivel para defender una posición?
¿Cuántas veces hemos tratado, inconscientemente de forma distinta a estos deportistas por las expectativas que nos habíamos formado sobre ellos?
¿Somos consciente de ello?
Sin embargo, no todo es negativo y podemos utilizar el efecto Pigmalión a nuestro favor, Teniendo en cuenta lo explicado, si les muestro a mis deportistas que creo firmemente en que pueden alcanzar una meta, que sea realista de acuerdo a sus posibilidades, harán todo lo que esté en su mano, persistiendo a pesar de los fallos.
El efecto Pigmalión también afecta como padres y madres a las expectativas que tengas sobre tu hijos e hijas en su deporte.